05 junio, 2013

¿Existe el riesgo de que se repita la masacre de Bagua?



Tenía pensado titular esta columna como “la tragedia” o “los sucesos trágicos” de Bagua, pero creo que dichos eufemismos continúan tratando de enmascarar lo que verdaderamente sucedió aquel 5 de junio del 2009 en la llamada Curva del Diablo y también en la Estación 6 de PetroPerú. Sí, aquel día murieron masacrados 24 policías y 9 indígenas peruanos en un hecho sin precedentes en la historia republicana del país. Aquel día hubo decenas de heridos y desaparecidos, entre ellos el mayor Felipe Bazán, cuyo cuerpo aún no ha sido encontrado y sigue siendo una herida abierta para su familia.

Es cierto, la violencia fue desde ambos lados pero la principal violencia vino del propio Estado Peruano. El país tiene una deuda con aquellos compatriotas nuestros que murieron y fueron víctimas de pésimas decisiones políticas y policiales, de una serie de desaciertos punibles, y de una vergonzosa falta de voluntad política para instaurar un diálogo intercultural. Han pasado cuatro años y aún no se han identificado a las autoridades políticas y policiales responsables de que el conflicto en Bagua haya terminado en masacre.

Esto nos lleva a reflexionar sobre una pregunta que, cuatro años después, sigue teniendo plena y legítima vigencia: ¿Existe el riesgo de que se repita la masacre de Bagua? ¿Siguen existiendo las condiciones políticas y sociales para que un conflicto devenga en una masacre como la vivida en Bagua aquel 5 de junio?

El que no aprende de sus errores está destinado a repetirlos.

En enero del 2010, la entonces Defensora del Pueblo, Beatriz Merino, presentó el muy esperado informe de dicha institución sobre la masacre ocurrida en Bagua. En aquella oportunidad, Merino exhortó acerca de la necesidad de reorganizar el Instituto Nacional de Desarrollo de los Pueblos Andinos, Amazónicos y Afro peruano, Indepa, principal entidad pública que representa los intereses de los pueblos indígenas. La debilidad de la institucionalidad social, indígena y política en el país, es uno de los factores que explican los sucesos previos a la masacre en Bagua.

¿Qué ha pasado cuatro años después? Sí, lo puede adivinar. Indepa ha sido descabezada por el actual gobierno hace más de 5 meses, y ha sido marginada totalmente del debate sobre el futuro de los pueblos indígenas. Y eso no es casual. En política no hay casualidades. Cuatro años después, la falta de la institucionalidad indígena se ha agudizado. Las actuales autoridades políticas parece que siguen sin entender que el Perú no podrá avanzar como un país con diversas etnias y nacionalidades si sigue careciendo de una institucionalidad que vele por los intereses y los derechos de los pueblos indígenas.

La otra gran deuda del Estado es la implementación de la Ley de Consulta Previa. Mucho se ha hablado que la principal causa del conflicto en Bagua fue la marginación de las organizaciones indígenas en la elaboración y promulgación de una serie de decretos legislativos dados por el Poder Ejecutivo del entonces presidente Alan García. Cuatro años después, la Ley de Consulta se aprobó, sin embargo, el lobby empresarial y sus operadores políticos pretenden traerla abajo y que el gobierno de Ollanta Humala la derogue. Como si no hubiéramos aprendido nada de lo ocurrido hace cuatro años.

¿Bagua puede repetirse? Las condiciones sociales, políticas y económicas siguen siendo similares a la de hace cuatro años. Sin embargo hay que reconocer que Humala no es García. Éste último hizo todo lo posible para expresar su desprecio hacia el destino o la misma existencia de los pueblos indígenas. Las políticas interculturales prácticamente no existieron durante su gobierno. La indiferencia de García y sus ministros frente al gran malestar indígena que se venía gestando en Bagua, son una clara evidencia. Humala no es García pero a veces prefiere gobernar siguiendo la inercia de su predecesor y en estos últimos meses no ha mostrado medidas decisivas para revertir aquellas condiciones políticas y sociales que devinieron en la masacre de Bagua. Es la gran deuda que aún sigue cargando.



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