11 junio, 2013

¿Cuál será el futuro de la radio en el Perú?


Hace unos días, el conocido comunicador argentino Mario Pergolini pronosticó, de manera polémica como siempre, un futuro apocalíptico para la radio:

“No es loco pensar que, en tres años, la radio como la conocemos actualmente, desaparezca. Hablo de esa radio en la que hay que poner una antena que sale doscientos mil dólares… Esa va a desaparecer, porque no tiene sentido. La radio va a estar arrumbada al lado del VHS y del fax…”

En el caso del Perú: ¿cuál será el futuro de la radio?  La respuesta personal que tengo a esa ambiciosa pregunta es: no lo sé… aún. Sin embargo, hay varios problemas que la actividad radiodifusora enfrenta actualmente y sobre los cuales es bueno reflexionar.

La famosa cuota de música peruana

Si sintonizamos la frecuencia modulada de Lima, comprobaremos que un gran porcentaje de la programación de las radioemisoras limeñas sí contienen música de cantantes o grupos peruanos. Claro, estamos hablando principalmente de las canciones criollas del Zambo Cavero, la cumbia de los Hermanos Yaipén o del Grupo 5, hasta las canciones seudorockeras ochenteras del grupo Río o de Arena Hash. Y otros grupos afines o similares. Y transmitidas de manera repetitiva. Hasta el cansancio.

Muchas de las radios limeñas parecen haber olvidado la existencia de otros nuevos grupos o conjuntos de música peruana que han aparecido en estos últimos 15 años. Ya sea de rock, pop, huayno, cumbia, etc. (Me refiero principalmente a radios limeñas porque la realidad de las radios en provincias es algo diferente). Varios de los jefes de programación de las radios de la capital utilizan la filosofía “pochorospigliosiana” y argumentan que transmiten “lo que le gusta a la gente”.

Tampoco hay que culparlos demasiado porque este problema es estructural. La razón de ser de las radios comerciales, y en general de las corporaciones, es recuperar su inversión lo más rápido que se pueda, siguiendo las tendencias comerciales y los estudios de mercado (teniendo al focus group como su Dios). Si mañana se pusieran de moda canciones al estilo de “Aguita de coco”, no se sorprendan si varias radios cambian su programación para ajustarse a la nueva moda. Tal como lo hicieron hace años con el reggaeton, la cumbia, etc.

Esta hegemonía radial, donde muchas radios parecen clonadas, de los similares que son, origina que muchos oyentes empiecen buscar alternativas para escuchar nuevas canciones y estilos musicales, como lo indica el creciente uso del Youtube para tal fin.  El problema no es que las radios pasen canciones ochenteras, música criolla del año ñangué o se rindan a la hegemonía de la cumbia. El problema es que el dial es finito y no existe la posibilidad de contar con una diversidad de propuestas musicales o incluso noticiosas. La mayor parte de las frecuencias de estas radios están en manos de unas pocas corporaciones que son las que toman las decisiones sobre qué emitir.

Democratizar las frecuencias y licencias

Ecuador acaba de aprobar una polémica nueva Ley de Comunicación. Como todo en la vida, tiene artículos cuestionables, otros regulares y algunos realmente interesantes que pueden ser rescatables. Por ejemplo, establece una nueva distribución de frecuencias de radio y televisión. Concederá un 34% de las frecuencias para los medios comunitarios, un 33% a los medios públicos y un 33% a los medios privados. Más allá de lo discutible que pueden ser las cifras y del debate sobre lo que significa “público” (diferente a estatal), es interesante que un Estado latinoamericano empiece a tomar políticas para regular la creciente concentración en pocas manos de medios de comunicación masivos. Manos que pertenecen, especialmente, a las grandes corporaciones.

Varias consecuencias se originan debido a esta concentración de frecuencias de radio y televisión. Una de ellas es que se pierde la oportunidad de contar, en el caso de la radio, con un dial diverso y con diferentes propuestas musicales, informativas, culturales, en fin. Insisto, si mañana se pusiera (o pusieran) de moda un determinado estilo musical, las radios comerciales migrarían, como langostas, hacia esa nueva moda. Mientras ocurre esta concentración de frecuencias, miles de ciudadanos, organizaciones y comunidades, pierden la oportunidad de contar con sus propios medios de comunicación. El dial es finito y ya no hay espacio para nuevas frecuencias de radio. Claro, hasta que llegue la radio digital, un tema a discutir en una próxima oportunidad.

Lo claro es que las comunidades locales y organizaciones sociales también deben (debemos) tener la oportunidad de acceder a las frecuencias de radio y televisión, y empezar a darnos cuenta que dichas frecuencias no son de propiedad exclusiva de las grandes corporaciones. Los ciudadanos debemos empezar a entender que aquella “libertad de expresión”, que nos enseñaron en la escuela, no solo significa el derecho a estar informados o expresarnos, sino también que tenemos el derecho ─como pueblos y comunidades─ de tener una cultura y un idioma, y a poder expresarnos a través de nuestros propios medios propios de comunicación.





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