30 septiembre, 2007



Alcachofa: del valle del Mantaro al mundo

La producción de alcachofa en el valle del Mantaro muestra que es posible integrar, bajo condiciones justas, a pequeños productores en cadenas productivas.

¿A qué productos agropecuarios debo dedicarme para lograr cierta rentabilidad y mejorar mi calidad de vida? Esa es una pregunta que tal vez muchos pequeños agricultores del país se hacen con frecuencia. Si bien la exportación no es la única respuesta, la experiencia de las alcachofas del valle del Mantaro, que se venden a EE.UU. y Europa, muestra que en muchos casos el exterior puede ser un buen camino. En 1999, la primera exportación de alcachofas fue de US$33 mil, y el año pasado las ventas alcanzaron los US$65 millones. El Proyecto de Reducción y Alivio a la Pobreza, PRA, iniciativa financiada por la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID), ha jugado un papel importante en este salto. Más allá de las cifras, lo principal es que a través de la exportación de alcachofa el proyecto ha logrado generar empleo y elevar el nivel de vida de 138 familias de pequeños productores.
Paso a paso

José Iturrios, director del PRA, explica que el primer paso fue identificar la demanda de alcachofa. «Hace cuatro años, varias empresas requerían del cultivo en temporadas de calor, justo cuando en la costa no se cosecha alcachofa. En el valle del Mantaro, la única zona que producía era Concepción; por eso abrimos la siembra a otras zonas, como Chupaca», cuenta. Necesitaban alcachofa con espina y sin espina, pero con una calidad adecuada para las empresas que exportan conservas de ese vegetal. Miguel Zegarra, gestor de negocios del PRA en el Centro de Servicios Económicos (CSE) de Huancayo, indica que el paso siguiente fue convencer a los agricultores. «El productor tradicional tenía que pasar de una economía de subsistencia o de mercado local, hacia una agricultura de contrato», indica. Propiciar el cambio no fue fácil, y se tuvo que enfrentar la compleja realidad agraria del país, dominada por el minifundio. «Tuvimos que identificar a productores, con un mínimo de una hectárea, para aglutinar una base productiva importante», manifiesta Zegarra, quien recuerda que, además, la alcachofa es un sembrío de costos muy altos.

Aquí el proyecto se encargó de brindar capacitación en buenas prácticas agrícolas, riego, manejo de cultivo, procesos de cosecha y post cosecha, así como exigencias de calidad. Manuel Orellana, dirigente de la Asociación de Productores de Alcachofa del valle del Mantaro, fue uno de los primeros productores en sembrar alcachofa. «Las empresas compradoras nos aseguraron un precio fijo por docenas, y una rentabilidad que se incrementaría año tras año».

Desafiando el financiamiento

El otro gran problema fue el financiamiento. Pocos agricultores cumplían los requisitos de las cajas rurales y los bancos, por lo que las propias empresas que demandaban el producto tuvieron que financiar buena parte de los costos de producción, como los esquejes o plantones, y los fertilizantes. En la actualidad, los productores que trabajan en el proyecto aseguran el financiamiento gracias a Cofide, que incluso cobra una tasa de interés que es la cuarta parte de lo que cobran las cajas rurales o los bancos, según explica Miguel Zegarra. Solo después de superar estos obstáculos es que se logró el crecimiento exportador que hoy beneficia a numerosas familias agricultoras.


(Publicado en "La Revista Agraria", Nº87, setiembre 2007)

http://www.cepes.org.pe/revista/r-agra87/LRA87-16.pdf