30 marzo, 2008

Desastres "naturales": ¿podemos prevenirlos?

Los desastres llamados «naturales» son una espada de Damocles pendiendo sobre la cabeza del agricultor peruano. A pesar de su nombre, este género de desastres tiene como gran responsable al ser humano. ¿Es posible minimizar los riesgos?

«Nuestra sociedad aún no ha aprendido las lecciones de experiencias previas. Por eso seguimos sufriendo lo mismo», sostiene el geólogo Juvenal Medina, jefe del Programa de Prevención de Desastres del ITDG, ONG inglesa con sede en el Perú.

Las cifras parecen confirmar esa afirmación. Solo en lo que va del año, las intensas lluvias en 17 regiones del país generaron más de 10,800 damnificados y más de 562,364 afectados, según cifras del Instituto de Defensa Civil (Indeci) al 13 de marzo. En el sector agrario se registraron 316 hectáreas destruidas, mientras 14,599 hectáreas resultaron afectadas, especialmente en las regiones de Amazonas, Lambayeque, Tumbes y Ucayali.


Hasta el cierre de esta edición no se tenía una cifra oficial sobre las pérdidas económicas en el sector, principalmente respecto a las generadas por la pérdida de cosechas. Por lo pronto, el presidente regional de Lambayeque, Yehude Simon, calculó que, solo en su departamento, las pérdidas ascenderían a S/.10 millones. El gobierno regional de Huánuco maneja una cifra similar, mientras que en Tumbes las autoridades afirman que la pérdida de la producción de banano y arroz, así como los daños en infraestructura de riego, ascienden a S/. 45 millones.

¿Desastres naturales o humanos?

En el Perú los desastres conviven con su historia: lluvias, inundaciones, sequías, heladas, granizadas, Niños, Niñas, y terremotos, han dejado sentir sus efectos en aquellas zonas agrícolas que se encuentran en permanente riesgo. Pero ¿debemos echarle la culpa solo a la naturaleza? A su manera, Medina adelanta una respuesta cuando dice que no se deberían llamar «desastres naturales»; lo que existe son eventos generados por fenómenos naturales, y los desastres se deben a la existencia de una vulnerabilidad que es producto, muchas veces, de la actividad humana, como sucede, por ejemplo, con la deforestación. «Es como achacar a la naturaleza una responsabilidad que no tiene y seguir negando que nosotros, como sociedad, somos en gran medida responsables», asevera el experto.

Gilberto Romero —director del Centro de Estudios de Prevención y Desastres (Predes)— comparte esa opinión. Cita, como ejemplo, que en el Perú se cultivan productos que no son adecuados ni resistentes a los tipos de clima bajo los cuales crecen. Así, se siembran cultivos en áreas donde hay grandes riesgos de inundaciones, o se instalan sistemas de riego que erosionan laderas y provocan un progresivo deterioro del suelo.

Gestionando el riesgo

Un primer paso, y de la mayor importancia, para la prevención es aprender a manejar información climática para la toma de decisiones de siembra, cosecha, etc. «Ni el Estado ni los agricultores tienen la costumbre de manejar información climática: es una cultura que hay que sembrar», explica Romero. La responsabilidad del Estado sería aun mayor, pues, según el experto, la información climática o hidrometeorológica que producen el Senamhi, Inrena y otras instituciones estatales es deficiente, y no existen canales de comunicación adecuados para que los agricultores accedan a ella.

Otro problema es la falta de institucionalización de la gestión de riesgo. A pesar de la existencia de un Plan Nacional de Prevención y Atención de Desastres, coordinado por el Indeci, todavía hay mucho pan por rebanar. Es más, bajo la actual política de desarrollo que se promueve en el país, el análisis del riesgo no está integrado en el proceso de toma de decisiones gubernamentales.

«Se hacen inversiones públicas sin tomar en cuenta los riesgos presentes en el territorio, y es por eso que son vulnerables», asegura Medina. Así, luego del fenómeno de El Niño de 1983 se promovió la reconstrucción de la infraestructura afectada, en los mismos lugares, sin considerar la recurrencia de estos eventos. Como era de prever, El Niño de 1998 afectó las mismas obras. Para Medina, «esta es una clara muestra de que no hay aprendizajes ni lecciones».

Desde hace algunos años se han desarrollado propuestas y experiencias con el fin de aplicar estrategias de adaptación o de mitigación para que los agricultores pongan su producción a buen recaudo. Así, se han construido estructuras de protección de cultivos, principalmente terrazas, y se ha reforestado con la intención de dificultar deslizamientos, entre varias técnicas existentes para prevenir desastres «naturales».

Con todo, lo más importante es que los planes de prevención del Estado sean capaces de valorar y fortalecer las capacidades locales, como las capacidades de los agricultores, que son quienes más experiencia tienen en enfrentar este tipo de desastres.

(Publicado en "La Revista Agraria", Nº93, marzo 2008)

http://www.cepes.org.pe/revista/r-agra93/LRA93-10-11.pdf