11 junio, 2012

Los desastres y la inseguridad alimentaria siguen castigando a la selva


Foto: Ricardo Marapi


La hora del almuerzo ha llegado a la comunidad nativa de Santa Elena, en el distrito de Sepahua, provincia de Atalaya, Ucayali. Los pobladores —que pertenecen a la etnia yine— han preparado una olla común y se alistan a comer el pango, un típico plato selvático de gran consumo en esta zona rural, a base de pescado salado, quese sancocha  en la olla y se acompaña con plátano o la tradicional yuca. Esta remota zona del país vivió en 2011, y nuevamenteen los primeros meses de este año, severas inundaciones que no solo dejaron decenas de viviendas y familias damnificadas, sino que también destruyeron centenares de hectáreas de cultivos. Es decir, se vino abajo la estructura de producción yacceso a alimentos de miles de familiasnativas de los distritos de la selva.


La recurrencia de los eventos climáticos extremos (ECE) es una histórica constante en el Perú, y una de sus graves consecuencias es que tiene una repercusión inmediata en la producción agrícola. En muchos casos, los agricultores no solo pierden sus cosechas, sino también los granos y semillas, lo cual pone en peligro la continuidad del cultivo y de una nueva campaña agrícola.

En zonas altamente vulnerables, como la selva peruana, los ECE pueden desestabilizar completamente la seguridad alimentaria de las familias. Por ejemplo, en la selva alta y la selva baja, los distritos productores de plátano son los más afectados por  los ECE, principalmente inundaciones, lluvias y vendavales. En 2009, aproximadamente un 80% del total de emergencias que afectaron al cultivo del plátano y también del arroz ocurrieron en los distritos productores selváticos (ver Agrodata de esta edición).

La desnutrición aumenta en la selva

Una de las primeras consecuencias de la inseguridad alimentaria producto de la recurrencia interminable de los ECE es la persistencia de los cuadros de desnutrición en las comunidades nativas de la selva. Hacia el año 2011, la prevalencia de anemia entre los niños de 6 a 59 meses de edad fueron muy altas en las principales regiones de la selva (Amazonas, 29.6%; Loreto, 42.8%; Madre de Dios, 41.8%; Ucayali, 36.7%), si hacemos una comparación con las cifras de Lima (19.6%).(1)

En el caso de la desnutrición global (que comprende las cifras sobre desnutrición aguda y crónica), el informe de la Encuesta Demográfica y de Salud Familiar (Endes) concluye que este problema se presentó en 2011 con mayor intensidad en los niños de la región selva (8.3%), es decir, siete puntos porcentuales más alto que en Lima Metropolitana (1.3%).

«El tema es que muy pocos, todavía, han tomado conciencia de lo vulnerables que somos en el país ante los eventos climáticos. Antes, estos eventos eran cíclicos; se presentaban cada cuatro, ocho o diez años. Pero ahora nos damos cuenta de que ya son recurrentes», afirma el ingeniero Rubén Mori Kuriyama, coordinador de la Unidad de Emergencias y Rehabilitación de la Organización de la Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), en el Perú, que en la actualidad está desarrollando un proyecto en varios distritos de la selva de Ucayali (Sepahua, Atalaya, Iparía y Tahuanía) para recuperar el sistema productivo de la población rural y enseñar a adoptar medidas que atenúen los daños cuando vuelva a presentarse un fenómeno  similar.

«La selva tiene características especiales. Las inundaciones que se presentaron el año pasado fueron totalmente inusuales, según la gente de la zona. Hace cuarenta años que no se presentaban inundaciones de ese nivel, y este año se han repetido con mayor intensidad», expresa, preocupado, el ingeniero Mori.

El papel de los gobiernos locales

La falta de presupuesto es el principal problema que enfrentan las autoridades distritales y provinciales para realizar una gestión del riesgo y recomponer la seguridad alimentaria de las zonas rurales afectadas por los ECE. En otros casos, los presupuestos ínfimos que logran obtener, lamentablemente se ejecutan de manera muy lenta, en medio de la burocracia del aparato estatal, lo cual constituye un grave problema, pues precisamente se necesita rapidez para responder a las consecuencias de los ECE.

«Los municipios no tienen dinero suficiente para poder responder a los fenómenos naturales. Los municipios locales y provinciales son los líderes del Sistema de Defensa Civil en su ámbito; sin embargo, en muchos de los casos no ocurre eso. No hay un entrenamiento de la autoridad política sobre el tema», advierte Federico Arnillas, presidente de la Mesa de Concertación  de la Lucha contra la Pobreza.

Esto queda demostrado al realizar una consulta rápida sobre el «Presupuesto por resultados» en la web de Transparencia Económica del Ministerio de Economía y Finanzas.(2) En 2011, para el programa estratégico de Seguridad Alimentaria, en la web no se consigna un presupuesto destinado a la provincia de Atalaya, a diferencia de otras provincias ucayalinas, como Padre Abad (S/.63,371) y Coronel Portillo (S/ .420,380). Es decir, en ese rubro, no hubo gasto de presupuesto por parte de los gobiernos locales de Atalaya, a pesar de que los agricultores de la provincia fueron afectados por devastadoras inundaciones que destruyeron sus cultivos.

«Es cierto. Me parece que allí hay un tema de interpretación, principalmente de los gobiernos regionales», explica el ingeniero Rubén Mori, de la FAO. «Como el Gobierno central tiene un fondo de contingencia, manejado por el Indeci, entonces los gobiernos regionales, al elaborar supresupuesto, dicen: «¿Para qué voy a asignar un fondo regional ante desastres si el  Gobierno central tiene un fondo de contingencia? » En realidad, el pensamiento de los gobiernos regionales debería ser el de contar con un fondo de contingencia para atender sus necesidades regionales y acudir  al fondo de contingencia nacional sólo cuando ocurra un evento catastrófico que supere sus capacidades», plantea Mori.

Un problema similar sobre la falta de presupuesto también lo encontramos en el tema de gestión de riesgo. Para el caso de la región Ucayali, el presupuesto por resultados no consigna ningún gasto durante 2011 para el programa estratégico de «Reducción de la vulnerabilidad y atención de emergencias por desastres». Ni un  solo sol del presupuesto se ejecutó durante ese año sobre ese rubro. Un hecho muy alarmante.

La desidia demostrada por las autoridades nacionales y locales ante los desastres se ve agravada con el factor del cambio climático, que tiene estrecha relación con la inseguridad alimentaria en las zonas rurales del país.

Ante ello, una de las iniciativas que la sociedad civil y el Estado están trabajando en conjunto es el  Plan nacional de gestión del riesgo y adaptación a los efectos adversos del cambio climático en el sector agrario» (PLANGRACC), un documento elaborado por la FAO y el Ministerio de Agricultura que esperan sirva como base para fortalecer a los actores del sector agrario en la toma de medidas de adaptación y prevención. «Al final, saldrá un documento del Ministerio de Agricultura promovido por la FAO, que esperemos se convierta en norma para que sea utilizado y aplicado en todas las instancias relacionadas con el sector agropecuario de país», anhela el ingeniero Rubén Mori.

Rubén Mori (FAO)
La FAO y las inundaciones en la selva
Ingeniero Rubén Mori, coordinador de la Unidad de Emergencias y Rehabilitación de la FAO

«Nuestra principal preocupación es promover que las comunidades de la selva trasladen sus viviendas a una zona más alta. Respecto a los cultivos, desgraciadamente muchos los siembran en la orilla del río, donde está el terreno fértil. Nosotros estamos trabajando junto a ellos para encontrar una mejor época de siembra; es decir, cultivos de ciclo corto, que pueden ser cosechados antes de que venga la creciente del río; de esa manera reducimos la vulnerabilidad. Sobre los cultivos permanentes, estos siempre van a ser susceptibles a las inundaciones; sin embargo, se está viendo la manera de sembrar un poco, antes de lo habitual, de manera que cuando venga la creciente, la cosecha ya se haya realizado».

«La idea es tratar de manejar estacionalmente los cultivos, de manera que la cosecha se efectúe antes de que se presenten las inundaciones. En algún momento, ciertas comunidades nos decían que las inundaciones se presentan todos los años; pero algunos ya tomaron conciencia de que no todos los años la inundación se llevará sus enseres ni sus utensilios, ni toda su ropa. Por ejemplo, este año, 2012, los daños han sido menores debido a que muchos ya aprendieron y empezaron a sembrar en zonas altas y en épocas del año más adecuadas».

Nota
(1) Informe Encuesta Demográfica y de Salud Familiar (Endes), p. 257. Ver <http:// proyectos.inei.gob.pe/endes/2011/obj10.pdf>.

(2)  <http://ofi.mef.gob.pe/bingos/pestrategicos/ Navegador/Default.aspx>.


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