09 enero, 2012

Sembrando esperanzas, cosechando vida

Las familias campesinas de la sierra peruana producen el 60% de los alimentos consumidos en el país. Sin embargo, la mayoría vive en la extrema pobreza, sin apoyo del Gobierno e indefensos ante los cambios del clima. Desde Intermón Oxfam, trabajamos con ellas para que desarrollen estrategias de adaptación al cambio climático, mejoren la producción y obtengan excedentes que luego puedan vender en el mercado. Ahora tienen esperanza. 


Texto: Ricardo Marapi • Fotos: Percy Ramírez 

Matilde Torres, sonríe delante del reservorio de agua
que han construido su esposo y sus hijos,
gracias al cual ahora disponen de agua
para regar sus tierras todo el año.
La miseria y un futuro incierto acecharon durante muchos años a Matilde Torres y a sus ocho hijos. La escasez de alimentos, la desnutrición, la falta de agua y electricidad, y el mal clima convivían como si fueran un miembro más de su hogar, en una remota vivienda del distrito rural de Buenos Aires, en la zona altoandina de Huancavelica, en Perú. Sin embargo, siempre existió un atisbo de esperanza en su familia. De trabajar por una vida mejor. 

Esta misma “chispa” es la que encontramos en la mirada de la joven agricultora Lourdes Puma cuando la conocimos. A diferencia de Matilde -que siempre ha vivido en una comunidad rural- Lourdes sí intentó y apostó por una vida urbana junto con sus dos hijos y su esposo, en la ciudad del Cuzco. Pero perdió. La falta de oportunidades laborales obligó a su familia a vivir en condiciones deplorables. “Vivíamos en una casa alquilada. Teníamos que pagar el cuarto, la luz, el agua. Entonces no quedaba para la alimentación. Para enfrentar el hambre, mi esposo y yo empezamos a trabajar, y cuando a mi esposo lo botaron del trabajo no había qué comer”, recuerda cabizbaja Lourdes. Ella decidió entonces abandonar la vorágine de la ciudad y se mudó al distrito rural de Acopía, en la provincia de Acomayo, donde tenían un espacio más grande para vivir y un terreno para cultivar alimentos y subsistir. 

Ahora, las expectativas de las familias de Matilde y de Lourdes son otras. Han logrado huir, casi literalmente, de la miseria, y junto con Intermón Oxfam y las organizaciones locales con las que trabajamos, han conseguido optimizar su producción agrícola y la crianza de sus animales. Es decir, mejorar su calidad de vida. 

Asegurar el agua para dar vida 

Dos palabras que antes no habían escuchado, ahora son muy comunes y forman parte de la vida de las familias agricultoras peruanas: cambio climático. En Cuzco, los pequeños agricultores como Lourdes Puma ya son conscientes de lo que ocurre: “El cambio climático nos está afectando. El calor les pone la carita toda rajada a nuestros hijos. Y la helada coge a nuestros productos”. 

Este fenómeno pone en riesgo la seguridad alimentaria de estas familias, muchas de las cuales se dedican a una agricultura de subsistencia. En Huancavelica, Matilde, su esposo y sus hijos, sienten que las heladas cada año caen más fuertes y destruyen sus papas, habas, quinua y hortalizas, provocando una grave escasez de alimentos. Por otro lado, “en las zonas donde trabajamos, el cambio climático provoca la desglaciación de los principales nevados, originando una menor disponibilidad de agua. Esto daña directamente las cosechas”, tal como nos explica Ricardo Torralba, oficial de programas de nuestra oficina de Perú. 

Por todo ello, desde Intermón Oxfam trabajamos junto con los y las agricultoras para reducir su vulnerabilidad ante el cambio climático, procurando que ellas sean las que generen sus propias estrategias de adaptación. Una de las características de la agricultura de la sierra peruana es que el riego depende de la presencia de lluvia. Por eso, estamos promoviendo las cosechas de agua y la implementación del riego por aspersión (Ver infografía). De igual manera, la agroreforestación, técnicas para evitar la erosión del suelo, así como la creación de andenes y zanjas de infiltración de agua. 

Cuando desde Intermón Oxfam llegamos al distrito de Buenos Aires, proponiendo la técnica del riego por aspersión, Matilde se sentía desconfiada. Después de participar en las formaciones, su esposo y sus hijos cavaron en una colina cercana un pozo para almacenar el agua. Luego instalaron los tubos y las mangueras hacia sus tierras de cultivo. Cuando empezó a funcionar el riego, Matilde se dio cuenta del ahorro del agua y la mejora en la calidad de los cultivos. Entonces su desconfianza se transformó en esperanza. “Ahora a mis vecinos yo misma les insisto para que también hagan su riego de aspersión. Algunos hacen caso pero otros poco a poco se convencen. Les he dicho para instalarlo yo misma”, manifiesta convencida Matilde. 

Y tiene muchos motivos para estarlo. “Ha mejorado la alimentación de mi familia. Estoy produciendo mejores verduras y pastos para criar mis cuyes y vacas. Saco una mejor leche porque tengo estos pastos. Ahora puedo sembrar papas. Antes no sembrábamos porque no teníamos riego”, afirma entusiasmada. Gracias a la mejora de la producción y a una mayor venta, Matilde tiene dinero suficiente para comprar ropa a sus hijos e hijas. Puede combatir la desnutrición ya que les prepara un mejor desayuno antes de ir al colegio. Sus vidas han cambiado drásticamente. De sobrevivir han pasado a vivir. 

El huerto biológico de Lourdes Puma,
le permite asegurar la alimentación de su familia
y conseguir ingresos para la educación de sus hijos
Una apuesta por la pequeña agricultura 

Cuando Lourdes Puma abandonó la ciudad para regresar al campo, fue como empezar de nuevo. “En Cuzco no teníamos terrenos ni casa. Pero acá tenemos chacras y sembramos papa, trigo, chuño. Y cuando tenemos hambre, aunque no tengamos carne, tenemos papa para comer”. 

Sin embargo, en los últimos años, la agricultura peruana está siendo marginada por otra actividad económica con la cual compite por el uso de las tierras y el agua: la industria minera. Los campesinos, en muchos casos, han sido obligados a vender o abandonar sus tierras para dejarlas en manos de las concesiones mineras. Mientras muchos han migrado a las ciudades, Lourdes ha hecho lo contrario: apostar por una forma de vida basada en la actividad agropecuaria. Cuando empezamos a trabajar con Lourdes y las familias agricultoras cuzqueñas, el primer paso fue reconocer la importancia de realizar un manejo sostenible de recursos naturales. Es decir cuidar el medio ambiente, no tirar los plásticos, fumigar con plaguicidas orgánicos y no con insecticidas químicos, porque dañan el ambiente y también la tierra. “Si no hacemos un manejo sostenible de los recursos no tendríamos un buen producto, nuestra población estaría contaminada”, explica Lourdes. 

Un segundo paso fundamental fue diversificar la producción. Durante muchos años, los agricultores se dedicaban a sembrar un solo cultivo, principalmente papa. Ahora se han formado para tener buenas prácticas agrícolas y mejorar la crianza de cuyes (el equivalente a nuestros conejos), ovejas y vacas. “Hemos aprendido que no debemos vivir todos en una sola habitación, con nuestros hijos y animales. Ahora cada uno tiene su espacio y hemos logrado mejorar la vivienda”, nos detalla Lourdes quien instaló corrales para sus cuyes y un biohuerto que le garantizan una mejor alimentación para su familia y un excedente de producción para vender. 

Desde Intermón Oxfam también apoyamos a las familias campesinas para que puedan acceder a mercados locales y regionales donde vender sus hortalizas y sus animales. Junto con nuestros aliados en el país, acompañamos a los pequeños agricultores para que conozcan los gustos de los consumidores y aprendan a negociar buenos precios, entre otras actividades. En esta línea, también fomentamos los contactos entre productores de la sierra y cocineros, un proyecto que está teniendo mucho éxito. 

Apoyar la pequeña producción agrícola es importante no solo para las familias agricultoras sino también para todo el país. Giovanna Vásquez, responsable del programa de Medios de Vida Sostenibles de la oficina de Intermón Oxfam en Perú, destaca que este sistema sostiene a la alimentación del país. “De cada diez toneladas que los peruanos consumimos, seis provienen de la pequeña agricultura”. 

“Estamos orgullosos de haber podido mejorar” 

Hace unos años, Lourdes y Matilde tenían solo un atisbo de esperanza. Luego de trabajar junto con Intermón Oxfam y nuestros aliados, están consolidando una oportunidad de vida que antes no tenían. En los últimos meses, disponen de alimentos todo el año, han desarrollado estrategias para adaptarse al cambio climático y cuentan con dinero para pagar la educación a sus hijos e hijas. “Estamos orgullosos de haber podido mejorar. Hoy mi meta es seguir haciéndolo. Anhelo dedicarme al turismo vivencial para recibir a los visitantes en mi localidad. Me sigo capacitando en gastronomía y quiero seguir mejorando mi vivienda”, nos dice una optimista Lourdes. Eso se debe a que el trabajo que realizamos está teniendo cambios en la vida de la gente. 

Para Giovanna Vásquez, de la oficina de Intermón Oxfam en Perú, un ejemplo concreto es el trabajo que se realizó con las agricultoras para promover la cría de cuyes: “Mediante la venta de los cuyes, las mujeres campesinas ahora tienen ingresos. Esto permite ver una mujer mas empoderada económicamente y con mayor capacidad de decisión en su familia. Es un cambio en la vida de las personas”. 



2 comentarios:

  1. Unas iniciativas hermosas, realmente de admirar, que gran orgullo de país. Saludos desde Colombia.

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  2. Totalmente de acuerdo con agencia, es una labor admirable y de muchos respeto.

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