¡Y se hizo la luz…!
Tras décadas de vivir con fuentes de energía precarias, decenas de poblados de las zonas rurales más alejadas del país cuentan hoy con energía eléctrica gracias a la instalación de microcentrales hidroeléctricas.
Tras décadas de vivir con fuentes de energía precarias, decenas de poblados de las zonas rurales más alejadas del país cuentan hoy con energía eléctrica gracias a la instalación de microcentrales hidroeléctricas.

El problema que atravesaban dichas comunidades era tan claro como la luz que no tenían: la falta de acceso a servicios de energía eléctrica limitaba su desarrollo económico, contribuyendo, entre otras cosas, a generar una alta tasa de migración. Como estas comunidades se encuentran en zonas remotas, los costos para conectarse a la red eléctrica nacional son muy altos y poco rentables para el Estado o las empresas privadas. ITDG encontró una alternativa: aplicar el principio de las grandes centrales hidroeléctricas, pero a pequeña escala, a través de la tecnología de las microcentrales. Como explica el ingeniero mecánico Celso Dávila —coordinador del proyecto—, el sistema permite aprovechar el agua de ríos y quebradas para producir electricidad por medio de turbinas hidráulicas y generadores.
La fortaleza del proyecto no es solo tecnológica, sino social. Las poblaciones beneficiarias participan activamente, asumiendo los costos de instalación y encargándose ellas mismas del manejo y mantenimiento de las microcentrales. Para ello, el proyecto capacita y organiza a los pobladores, quienes forman pequeñas empresas. Como afirma Dávila, «los pobladores se involucran y sienten que el proyecto es suyo».
Para financiar esta iniciativa, ITDG creó —con el apoyo del Banco Interamericano de Desarrollo (BID)— el Fondo de Promoción de Energías Renovables, que entrega un crédito en dólares (a una tasa de interés anual de 8%) que se utiliza para la construcción de la microcentral. «El crédito que se entrega a la comunidad representa un 25% del costo total de la obra», manifiesta Dávila. El resto se completa con donaciones o aportes provenientes del extranjero.
Con la tecnología desarrollada por ITDG —si comparamos los costos de instalación actuales con los de años anteriores o con lo que costaría la interconexión a la red nacional—, los costos resultan manejables. Por ejemplo, un equipo de 400 vatios, suficiente para dar energía a ocho familias, cuesta U$400. Sin embargo, como cualquier tecnología, los equipos requieren mantenimiento.
La sostenibilidad del proyecto, por ello, depende de una tarifa por el servicio. «Hacemos una evaluación del poder adquisitivo de los pobladores y de cuánto podrían pagar», explica Dávila. En zonas pobres, se fija una tarifa mensual de entre S/.5 y S/.15. Así, las empresas de la comunidad, que gestionan las microcentrales, pueden generar los recursos necesarios para mantener los equipos.
La sostenibilidad del proyecto, por ello, depende de una tarifa por el servicio. «Hacemos una evaluación del poder adquisitivo de los pobladores y de cuánto podrían pagar», explica Dávila. En zonas pobres, se fija una tarifa mensual de entre S/.5 y S/.15. Así, las empresas de la comunidad, que gestionan las microcentrales, pueden generar los recursos necesarios para mantener los equipos.
De acuerdo con ITDG, uno de los primeros beneficios de contar con energía eléctrica es que la población deja de utilizar las clásicas lámparas de kerosene, dañinas para la salud y el medio ambiente. Niños y profesores pueden estudiar y preparar sus clases, respectivamente, en horas de la noche, sin tener que depender de la escasa visibilidad de una vela; y las escuelas pueden usar computadoras, fotocopiadoras y televisores. La migración ha disminuido.
(Publicado en "La Revista Agraria", Nº90, diciembre 2007)
http://www.cepes.org.pe/revista/r-agra90/LRA90-32.pdf