¿En qué se parecen Perú y China? En el renovado interés que
en la actualidad tienen en el potencial de las terrazas agrícolas, popularmente
conocidas en nuestro país como andenes. En 2010, la República Popular China
realizó el Primer Congreso Mundial de Terrazas en las montañas Ailao, donde aún
existe este milenario sistema. No es casualidad que el Perú sea el organizador
del Segundo Congreso Mundial en mayo del próximo año, 2014. Si una potencia
económica como China está interesada en la ancestral tecnología de los andenes,
entonces suena lógico e inteligente que nosotros también le demos la debida
importancia.
La relevancia de los andenes en el siglo XXI
En medio de una incesante
modernización tecnológica de la agricultura (incluso, con sorprendentes sistemas
de riego computarizados) y de una tendencia mundial hacia la agricultura de
gran escala en neolatifundios, uno se puede preguntar si vale la pena seguir
apostando por los andenes. Estamos hablando de construcciones preincaicas que
estuvieron abandonadas y descuidadas durante muchos siglos, tanto por las
comunidades como por los diversos gobiernos de turno. ¿Vale la pena recuperar
los andenes?
La respuesta es un categórico sí.
El milenario sistema de andenes se adapta a la perfección a la accidentada
geografía que caracteriza a la sierra peruana, llena de quebradas y de terreno
irregular. «El Perú no es Argentina. No somos una pampa. La tecnología de las
terrazas agrícolas es una respuesta a las condiciones geográficas de zonas de
montaña, donde no hay suficientes terrenos planos.
Eso está demostrado», dice la
ingeniera agrónoma Carmen Felipe Morales, doctora en ciencias del suelo y
especialista en el tema de los andenes.
Sobre el potencial de los
milenarios andenes, la tendencia mundial es combinar esta antigua tecnología
con los actuales y modernos sistemas agrícolas —por ejemplo, el riego por
goteo— y con los que se vayan a inventar próximamente: el encuentro del pasado,
el presente y el futuro. La ingeniera Felipe Morales manifiesta que, si bien es
cierto existen nuevas y sofisticadas tecnologías que permiten cultivar en
desiertos, sería un error asumirlas para dejar de lado los andenes. «Construir
andenes requiere un esfuerzo grande.
Pero eso ya está hecho desde hace
siglos. Entonces, recuperarlos y mantenerlos sería una respuesta inteligente.
Necesitamos estrategias que combinen la tecnología prehispánica y las
modernas», opina.
Los andenes como respuesta al clima
La incertidumbre que nos genera el
cambio climático mundial se vuelve también un factor importante para la
relevancia de los andenes, que se convierten en una excelente respuesta de
adaptación. El ingeniero Antonio Lambruschini, uno de los funcionarios
especialistas en andenes del programa Agrorural, del Ministerio de Agricultura,
Minag, explica que «es un hecho que los antepasados utilizaron los andenes no
solo como un mecanismo para ampliar la frontera agrícola, sino también como un
sistema para adaptarse a los fenómenos del clima».
Por ejemplo, mediante los andenes
se pueden reducir las posibilidades de caída de huaicos y también la erosión de
los suelos. Lambruschini asegura que en laderas muy empinadas los suelos se
degradan muy rápido y por ello necesitan descansar de 5 a 7 años para volver a
producir. «En cambio, utilizando los andenes se evita la degradación del suelo
por erosión. Esto nos permite evaluar que, efectivamente, nuestros antepasados
los construyeron pensando en esto. Otro aspecto importante es que permiten un
uso racional y más eficiente del agua ante la posible escasez de este recurso»,
destaca Lambruschini.
Sin embargo, los efectos del cambio
climático ya están haciendo estragos en las terrazas. Las recientes y
sorpresivas lluvias torrenciales que se produjeron en Arequipa y Cusco
destruyeron, por ejemplo, 85 metros lineales de andenes de la época inca, en la
microcuenca de Patacancha, en el Parque Arqueológico de Ollantaytambo. Más de
un millón de hectáreas de andenes (1) que existen en nuestro país están en
constante peligro.
El cambio climático también está
afectando las fuentes de agua que alimentan a las terrazas. «En los últimos
años, en efecto, han disminuido los glaciares y se han deteriorado algunas
fuentes de agua. La mayoría de andenes cuentan con la posibilidad de buscar la
fuente de agua que los abastecía, pero se necesita ubicar esa fuente y ver cómo
llevarla hasta las terrazas andinas», explica el funcionario de Agrorural.
El proyecto piloto en Matucana: una mirada integral
Desde hace quince meses, el
programa Agrorural está ejecutando un proyecto piloto de recuperación de
andenes en cuatro anexos del distrito de Matucana, en la sierra de Lima,
financiado por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID). En dicho piloto se
está utilizando el sistema de los núcleos ejecutores para identificar y
organizar a las familias del distrito. Cada núcleo ejecutor está conformado por
grupos de treinta familias, y junto con ellas se están realizando los trabajos
de recuperación de andenes.
Sin embargo, Agrorural esta
contemplando este proyecto piloto de manera integral, es decir, no solo la
recuperación física de los andenes dañados, sino también otras actividades
previas y paralelas para que los agricultores puedan aprovecharlos al máximo.
Esto implica, en primer lugar, asegurar la dotación de agua. El ingeniero Luis
Masson Meiss, quien ha estudiado esta ancestral tecnología durante varias
décadas, es categórico respecto a la importancia del agua. «Si no hay agua para
regarlos, es difícil que los andenes reconstruidos puedan ser productivos.
Siempre tiene que haber un abastecimiento de agua, especialmente en la
vertiente occidental y en la sierra central o interandina», afirma.
Por esta razón, Agrorural ha
reparado más de 3,500 metros de canales de regadío en Matucana, con la finalidad
de mejorar la disponibilidad de agua. Igualmente, los andenes han sido
modernizados con un sistema de riego por aspersión, a fin de realizar una mejor
gestión del agua de riego. Para solucionar los problemas de carencia de fuentes
de agua, Masson recomienda la construcción de pequeños reservorios en zonas
próximas a los andenes.
Todos estos trabajos significan la
intervención de una mano de obra permanente, la cual es asumida por los
agricultores de la comunidad como la retribución o contraparte que ellos
entregan al proyecto. El ingeniero Luis Masson insiste mucho en que la
intervención del gobierno no sea vertical, sino que debe promover desde el
inicio la participación de las comunidades. «Las ideas se exponen, no se
imponen. Hay que motivar y convencer a las comunidades, porque las cosas
impuestas generalmente no llegan a buen término», advierte Masson.
Un eje importante del proyecto
piloto de andenes en Matucana es la comercialización, y el objetivo es vincular
a los agricultores con ciertos nichos de mercado. Eso significa que algunos
agricultores debieron cambiar de cultivos por otros con mayor potencial
comercial. El ingeniero Lambruschini, de Agrorural, afirma que ya se pueden ver
los primeros resultados de la intervención en Matucana, especialmente entre los
productores que se dedican a la floricultura. «Las nuevas variedades de flores
que se han incorporado, como gladiolos, hortensias y rosas, están dando muy
buenos resultados en el mercado.
Las familias tienen un mayor
ingreso porque esas variedades tienen mejores precios», revela Lambruschini. El
proyecto piloto también tiene el objetivo de fortalecer la seguridad
alimentaria de la comunidad, pues han fomentado la siembra de hortalizas en los
andenes; por ejemplo: lechugas, rábanos y coliflor. Gran parte es para
autoconsumo, y un pequeño excedente va a los mercados locales.
Costos-beneficios de recuperar los andenes
La inversión económica que ha
realizado Agrorural con el financiamiento del BID, por cada núcleo ejecutor de
Matucana, es de aproximadamente S/.400 mil desde que se inició el proyecto,
hace quince meses. Es un fondo no-reembolsable que recibe cada núcleo ejecutor
y que han utilizado en la mejora de los canales de riego, de los mismos
andenes, la instalación del riego por aspersión, la compra de semillas, el pago
a los técnicos e investigadores residentes, etc. El ingeniero Lambruschini
afirma que la mano de obra de la comunidad también se ha valorizado, y
Agrorural realiza acompañamiento y orientación en la ejecución de ese fondo por
parte del núcleo ejecutor, conformado por treinta familias.
El objetivo de Agrorural es que
esta cifra (S/.400 mil) —muy alta e inmanejable para las comunidades
campesinas— se reduzca en futuros proyectos piloto que se realizarían en
Moquegua y Arequipa. Se debe recordar que, en 1999, un estudio de Efraín
Gonzales de Olarte y Carolina Trivelli (2), actual
ministra de Desarrollo e Inclusión, encontró que los costos para recuperar
solamente una hectárea de andenes fluctuaban entre US$1,993 en la provincia de
Yauyos (Lima), US$2,990 en el Valle Sagrado del Cusco y US$3,985 en la
provincia de Cajamarca. Obviamente, esos costos son muy altos y representan una
seria barrera para las comunidades campesinas.
El mismo estudio, sin embargo,
analizó la necesidad de que una fuente externa asumiera los costos de la
recuperación de los andenes, debido a los beneficios de asegurar la tierra y
una mayor producción para los campesinos más pobres. De esta manera, el estudio
planteaba la recuperación de esta tecnología como un objetivo crucial de lucha
contra la pobreza: más tierra, y cultivada más intensamente, para los pobres.
Además, existe un gran potencial
para desarrollar el turismo vivencial en las comunidades. El ingeniero
Lambruschini, de Agrorural, asegura que el turismo significa una buena
alternativa económica y adicional para la población de Matucana. Es decir, que
con los programas de recuperación no solamente se gana una mayor área de
cultivo, sino que también se produce una serie de efectos ambientales y
económicos positivos, que justifican una decidida inversión gubernamental.
Es vital, entonces, que el gobierno
de turno promueva con mayor fuerza los programas de recuperación de las
terrazas andinas, no solo utilizando el financiamiento externo del BID, sino
también destinando el presupuesto interno para desarrollar más proyectos piloto
en otras partes del país. La gastronomía peruana ya se ha interesado en una
alianza estratégica con las comunidades para sembrar novedosos cultivos en los
andenes y convertirlos en actores protagónicos del actual boom gastronómico (3). Ya es hora de que los peruanos y sus
autoridades volteemos a mirar a la sierra peruana, y qué mejor que empezar por
la recuperación de nuestros milenarios andenes.
Notas
1 El inventario
nacional de andenes realizado en 1996 por el Instituto Nacional de Recursos
Naturales (Inrena) indica que en el Perú existen 256,945 hectáreas de andenes.
Esta cifra aumenta a un millón si se incluyen los llamados «andenes populares»
o terrazas de tierra.
2 Efraín
Gonzales de Olarte y Carolina Trivelli (1999). Andenes y desarrollo sustentable.
Lima: IEP.
3 «Recuperar
las terrazas andinas: el nuevo reto de la alianza cocinero-campesino». La
Revista Agraria 144, setiembre de 2012.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario