30 noviembre, 2007

TLC: Se sienten pasos

La emoción de la ministra de Comercio Exterior, Mercedes Aráoz, y de los representantes del gobierno peruano tras conocer la aprobación del TLC por la Cámara de Representantes de EE.UU., son fiel reflejo de la política asumida por este gobierno frente al controvertido acuerdo: que se apruebe sí o sí.


Cual Papa Noel cargado de regalos, el mes de diciembre traería al sector agropecuario un obsequio navideño que nunca pidió y, menos aún, deseó: la aprobación en el Congreso norteamericano del acuerdo de promoción comercial (APC) entre Perú y Estados Unidos. A pesar de los «beneficios» que se le atribuyen al tratado de libre comercio (TLC) con EE.UU., existe un claro ejemplo que contradice todo lo dicho: México.

Tras trece años de aplicación del acuerdo, el país de los mariachis no ha logrado solucionar sus problemas de pobreza y desempleo; más aún, ha perdido dos millones de empleos agropecuarios, y cada año migran hacia EE.UU. 300 mil personas de las zonas rurales. Para colmo, el maíz, riqueza cultural y base de la alimentación mexicana, ha sufrido un incremento de precios, producto no solo de la fiebre por los biocombustibles, sino también de la apertura de las fronteras al encarecido y subsidiado maíz norteamericano. En el Perú, los impactos serían, con toda probabilidad, similares. Y es que se estima que las pérdidas para el sector rural podrían superar los cien millones de dólares al año si los sectores productivos no reaccionan o no pueden reconvertir sus cultivos hacia actividades más rentables.

Aunque las autoridades peruanas solo tienen palabras de halago para el TLC, en EE.UU. hay voces críticas. La senadora demócrata, Hillary Clinton, gran favorita para ganar las elecciones presidenciales el próximo año, ha criticado el TLC de su país con México y ha pedido revisar todos los acuerdos comerciales de EE.UU., entre ellos con el Perú. Una declaración que ha caído como baldazo de agua fría a las autoridades peruanas.

¿Entregando el mercado interno?

Para seguir con el ejemplo del maíz, cerca de 200 mil familias se dedican en el Perú a este cultivo, en una superficie de 287 mil hectáreas. La cosecha nacional de maíz amarillo fue de un millón de toneladas en 2006, mientras que la importación llegó a un millón 487 mil toneladas. Pero ahora el maíz nacional debe enfrentarse sin barreras al maíz estadounidense, que recibe un subsidio de US$9 mil millones anuales. «El TLC significará la desaparición del maíz nacional», prevé el dirigente maicero Flavio Moreno. Y este es un problema que deberán afrontar también el arroz, el trigo, la cebada, el algodón, los lácteos y las carnes. Para colmo, la reciente rebaja de aranceles de varios productos agropecuarios adelantó en muchos casos la desgravación y debilitó nuestras posibilidades de negociación.

En palabras del economista Pedro Francke, «es como si hubiéramos otorgado medio TLC a todo el mundo, sin pedir nada a cambio». ¿Y las compensaciones?, dirán algunos. Más allá de que resulta poco claro cómo se otorgarán, ellas están diseñadas para atender solo a los productores de algodón, maíz amarillo y trigo, sin considerar a otros cultivos. En un principio se habló de S/.112 millones anuales, pero las organizaciones agrarias calificaron esta cantidad de «irrisoria», amén de cuestionar el sistema mismo. Y el precedente mexicano no ayuda precisamente a calmar los ánimos. «Las compensaciones no contribuyeron a que el campo mexicano lograra una transformación productiva», ha señalado el economista de GRADE, Javier Escobal, en el marco del debate que generó en 2005 el anuncio del plan de compensaciones para los sectores considerados ‘sensibles’ en la negociación comercial entre Perú y EE.UU. «Solo una pequeña parte terminó en las manos de los pequeños agricultores, y aquí corremos el mismo riesgo», advirtió.

El proceso

Pero si finalmente el Congreso norteamericano aprueba el acuerdo en diciembre, ¿cuánto tardará en implementarse? Según el asesor especial para la ratificación del TLC, David Lemor, el proceso tiene un plazo máximo de seis a ocho meses, es decir, hasta julio del próximo año. Y si su implementación se demora, también podría atrasarse su entrada en vigencia, porque, después de ello, advierte Lemor, «estaríamos entrando a una zona de peligro por las elecciones presidenciales en Estados Unidos».

Luego viene un proceso de certificación por ambos países, que deben supervisar que todo esté conforme al texto del acuerdo. Esto podría demorar un mes, antes del anuncio oficial de la entrada en vigencia del TLC, entre agosto y setiembre de 2008. El tiempo resulta harto insuficiente para preparar al sector agrario. Como asevera Francke, «el gobierno no tiene ningún plan para el agro, ningún plan que permita hacer frente a los efectos del TLC».

(Publicado en "La Revista Agraria", Nº89, noviembre 2007)

http://www.cepes.org.pe/revista/r-agra89/LRA89-13-14.pdf